Este libro está destinado a convertirse en un libro de compañía, el libro que toda mujer, y muchos hombres, deberían tener en su mesita de noche, y llevar en el bolsillo cuando salen de viaje. En él no sobra ni falta una sola palabra: es conciso, claro, concreto. No dice nada que no sirva, no se va por las ramas, llama las cosas por su nombre. Ofrece a todas las personas que, desde ayer o desde hace años, recorren las consultas de médicos y terapeutas en busca de un remedio para su enfermedad, ver la luz al final del túnel, un túnel que se puede recorrer muy deprisa. En pocos días la persona empezará a estar mejor, y al cabo de tres semanas estará curada. Todos aquellos síntomas que nadie sabía interpretar, todo aquel malestar que nadie sabía quitarle, toda aquella desesperación que nadie comprendía, llegando incluso a tildar a la enferma o al enfermo de no estar bien de la cabeza, todo aquel dolor que nadie quería comprender, desaparecerán. No será necesario que se arruine comprando remedios costosos por meses y meses sin fin, no será necesario que se castigue con dietas insensatas, no será necesario que le quieran enseñar a aprender de la enfermedad. Ése será su problema, ningún médico, ningún terapeuta, tiene el derecho de asumir posturas mesiánicas. Claro que será conveniente que la persona aprenda, pero eso depende de ella, de su libre albedrío. El médico (y lo digo en el sentido más amplio) lo que ha de hacer es ayudar a los enfermos a curarse. Las enfermedades crónicas son muy pocas, y ésta NO es una de ellas. Se puede curar. Se cura.