Las fotografías de “Fantasmas en el paraíso” fueron tomadas en el año 2011, en los meses de enero y febrero,
con una cámara réflex digital. Los textos son de septiembre, octubre y noviembre del año 2020.
Las imágenes son de mi primer invierno en la isla. Siempre he veraneado en Menorca pero nunca había pasado un año entero. Dicen que si lo haces la isla te acoge con los brazos abiertos. Los inviernos son fríos, húmedos y solitarios. Y ya no te cuento, si sopla la tramontana.
Menorca en invierno se queda sola con sus fantasmas que se hacen dueños de los parajes, casi siempre respetando la vida. Las playas abarrotadas en agosto, restan solitarias con una humedad que se te mete en los huesos. Convives con lo que está oculto, en armonía.
Me llevo bien con los fantasmas. Hay que ser amable. Me da lástima alguien quien no ha encontrado destino, ni casa después de morir, y pulule sin fin en busca de ayuda. En una vida que afea el rostro. Se te queda cara de fantasma lejos del amor de Dios y sus ángeles. Los fantasmas no se ven en las fotografías. Sus rostros hay que buscarlos en el dibujo de las piedras, en las raíces de los árboles, o en las formas de las sombras. Sentir, sí que se pueden sentir. Menorca es muy mágica, casa de brujas, talayots, y espíritus benignos.
Propongo con estas fotografías un juego de sensaciones, un diálogo con lo que está oculto, un viaje lleno de sorpresas y casualidades que me he encontrado en el camino.