Un libro de profundo calado en el que narración pura, poesía y pensamiento no se oponen sino que se potencian.
Veinte años después de su primera publicación, vuelve esta extraordinaria obra, de una envergadura narrativa equiparable a los grandes clásicos.
Una mujer acude desde el extranjero al Valle donde acaba de morir el hombre que amaba. Al indagar sobre su muerte, la novela afronta el destino de un grupo de amigos (jóvenes de los años setenta, pero también de cualquier juventud del siglo XX) que consumió parte de su vida en construir paraísos y desengañarse de ellos, en elaborar antagonismos y ser luego sus primeras víctimas, en consagrarse a las ilusiones de las ideologías y claudicar ante las heridas que no cierran como motor de los actos.
A partir de un determinado momento de la vida –ha escrito González Sainz–, el mundo se nos va más aprisa. En el origen de esa celeridad suele haber siempre un abandono o un desengaño, una muerte, un accidente. Entonces el vacío se va haciendo hueco a grandes zancadas hasta dar la impresión de ocuparlo todo. Ese abandono o desengaño personales pueden ser amorosos, políticos, de sentido..., y a veces se enmarcan en un desamparo mayor, histórico. Sobre esa pérdida y los distintos modos de volver o no a Ítaca trata esta novela: un intenso recorrido por la pasión amorosa y política, por el sentido del límite y las ofensas originales, por las emboscadas que sufren los buenos sentimientos y también por un pequeño lugar en el mundo que hacer nuestro.