En Pittsburgh, Ohio, se expone en 1913, por primera y única vez, la legendaria colección de pintura de Hermann Raffke. La obra central es un lienzo de Heinrich Kürz, precisamente el titulado «El gabinete de un aficionado», que muestra al coleccionista sentado entre sus cuadros.
El detalle sobresaliente del lienzo reside en que este también aparece reproducido en el cuadro como parte de la colección, de modo que el vertiginoso juego del cuadro dentro del cuadro, a su vez dentro del cuadro, se va repitiendo hasta que «El gabinete de un aficionado» ya solo es un puntito. Pero aún resultan más maravillosas las transformaciones que se producen en los cuadros dentro del cuadro. Así, de una reducción a otra, en un Longhi la piazza inicialmente vacía aparece de repente poblada de máscaras; de un paisaje marroquí desaparecen paulatinamente asnos, mujeres embozadas, luego un dromedario; un boxeador recibe, en un cuadro, un uppercut y en el último yace derribado en la lona.
Y ocurre algo terrible: el tan admirado lienzo es objeto de un atentado; poco después muere Raffke, que es enterrado en la pose que adopta en el lienzo (sentado) junto con el cuadro...
Ensalzado como uno de los más extraordinarios autores contemporáneos desde la publicación de La vida instrucciones de uso, Perec nos ofrece una obra maestra de humor y elegancia. Sorprendido y hechizado, el lector se pierde aquí como en una sala de espejos que refleja infinitas facetas, porque al igual que Heinrich Kürz, el pintor, también Perec, el escritor, no solo es un copista de primera fila, sino un prestidigitador y un maestro de la ilusión.