Un mecanismo inverso pero similar al que vuelve risible lo que parecía tan serio («comedia es igual a tragedia más tiempo», recuerda el bufón) hace que lo que empezó como un juego, un pasatiempo inocente, acabe adquiriendo gravedad y dimensiones de drama, de inmolación. Trata de olvidarlas cuenta la historia de un amante que no sabía lo muy serias que acabarían poniéndose las cosas. Como todos, también él pensó que sólo caerían ellas02026; Y sin embargo lo único que hace este «burlador» es caer, frotarse una y otra vez contra las esquinas del daño. Su infierno no es el del pecado y la culpa, vade retro, sino el de la memoria: ese mutable, interminable espectáculo; la proyección implacable y minuciosa de lo que nunca volverá a ser nuestro, y apenas fue.
Don Juan, pero también Sherezade: un narrador muy consciente de que su cabeza sólo seguirá sobre sus hombros si cada noche logra renovar el encantamiento, la fascinación. De lo contrario, la veremos sobre la bandeja de plata del lector.
Este libro responde a la búsqueda de una cura y al deseo de no curarse nunca, a la íntima necesidad de redención tanto como a la voluntad de condenarse de manera definitiva. Y es también un intento de reconciliación con ese chico malo que, a lo peor, ni siquiera fuimos, o lo fuimos pero poco; el entrañable canalla que vive agazapado en el dobladillo del carácter, esperando un momento que no llega y añorando un tiempo pasado que no fue nunca y nunca volverá.