Jeongho tiene catorce años y mirada felina. Lo llaman Ojos Saltones. La escasez de ingresos de su madre les obliga a ambos a trasladarse a Nanjido, la Isla de las Flores, un inmenso vertedero al oeste de Seúl donde las orquídeas cedieron lugar a la basura y millares de personas malviven en chabolas engarzadas a las montañas de desperdicios. Una sociedad muy jerarquizada y codificada en la que todo, desde el trabajo a la ropa y la manutención, proviene del vertedero, y gana más quien consigue posicionarse mejor en la recuperación de la basura.
Ojos Saltones encuentra en Trasquilón, un niño medio calvo, a un amigo que le irá mostrando los secretos de tan sórdido y nauseabundo lugar, donde el alcohol, el juego y la violencia son cotidianos. De la mano de Trasquilón y de una pandilla de jóvenes marginados acudirá al encuentro de los espíritus de los antiguos moradores cuando el lugar era un fértil terreno de cultivo donde se rendía culto a las tradiciones chamánicas. Un mundo invisible donde reina tanta harmonía como falta en el real.
Ambientada en la Corea del despegue económico de los años setenta, marcada por la modernización deshumanizada y sin escrúpulos, Hwang Sok-yong nos descubre la otra cara del progreso, la de los marginados y excluidos, la de los desechos humanos que viven de los desechos de la sociedad de consumo. Hwang Sok-yong combina realidad, ficción y fantasía en una novela de tintes dickensianos que, pese a la dureza de la vida que describe, emana lirismo, emociones y buenas dosis de humor. Una novela optimista y esperanzadora que resalta la belleza de vivir, incluso en ambientes que no animan a ello.