El futuro ya está aquí, y no es un juego.
Del creador de Neuromancer, fundador del ciberpunk y gran nombre de la ciencia ficción, llega su primera novela desde 2010.
Flynne Fisher vive en una carretera secundaria de una zona rural de Estados Unidos donde no hay mucho trabajo, a no ser que uno se dedique a la fabricación ilegal de drogas, algo que ella intenta evitar. Su hermano Burton vive de la ayuda económica del Departamento de Veteranos que recibe a causa del daño neurológico que sufrió en Reconocimiento Háptico, una unidad de élite de los Marines. Flynne se gana la vida como puede con el dinero que consigue montando productos en la tienda de impresión 3D local. También consigue algo más como exploradora de combate en un juego online al que juega para un rico, aunque ha tenido que dejar los juegos de disparos.
Wilf Netherton vive en Londres, setenta y pico años después, al otro lado de décadas de un apocalipsis que se ha desarrollado a cámara lenta. Ahora las cosas van bastante bien, al menos para los pudientes, y tampoco es que queden demasiados pobres. Wilf es un publicista de alto nivel y guía de celebridades que se considera un romántico inadaptado y vive en una sociedad en la que ponerse en contacto con el pasado es un pasatiempo más.
Burton gana algo de dinero extra en internet, trabajando en secreto en el prototipo de algo parecido a un juego, un mundo virtual que tiene cierto parecido a Londres, aunque un Londres muy extraño. Convence a Flynne para que haga alguno de sus turnos, gracias a que le asegura que no se trata de un juego de disparos. No obstante, en el juego la chica es testigo de un crimen horrible.
Flynne y Wilf están a punto de conocerse. El mundo de Flynne se verá alterado por completo y de manera irrevocable, mientras que los habitantes del de Wilf, uno decadente en el que prima el poder, aprenderán que algunos de esos mundos del pasado pueden ser fabulosos.