El premio Nobel Frank Wilczek nos guía en un viaje por descubrimientos relacionados, de Platón a Pitágoras y de ahí hasta el presente. El trabajo revolucionario de Wilczek en física cuántica estuvo inspirado por su intuición de buscar un orden profundo de la belleza en la naturaleza. De hecho, todos los avances importantes de su carrera vinieron de esta intuición: de asumir que el universo encarna formas bellas, formas cuyos distintivos son la simetría –armonía, equilibrio, proporción— y la economía. Hay otros significados de «belleza», pero esa es la lógica profunda del universo; y no es casualidad que también esté en el corazón de lo que encontramos agradable e inspirador. Wilczek no es en absoluto el único gran científico que ha trazado su itinerario utilizando la belleza como brújula. Como revela en El mundo como obra de arte, esto se ha situado en el corazón del empeño científico desde Pitágoras, el antiguo griego que proclamó por primera vez que «todas las cosas son número», pasando por Galileo, Newton, Maxwell, Einstein y hasta las aguas profundas de la física del siglo XX. Aunque los antiguos no tenían razón en todo, su ferviente creencia en la música de las esferas se ha mostrado correcta incluso al nivel cuántico. En realidad, Wilczek explora hasta qué punto nuestras ideas sobre la belleza y el arte se entrelazan con nuestra comprensión científica del cosmos.