Este libro presenta un conjunto de testimonios de familias que han vivido la radicalización y huida de sus hijos o hijas a territorios controlados por el autodenominado Estado Islámico.
En 2015, alrededor de cinco mil ciudadanos europeos habían abandonado sus países para unirse al Estado Islámico. Muchas de sus familias han quedado rotas, víctimas de esa circunstancia pero vistas como culpables. En este libro conmovedor, Alexandra Gil se asoma a nueve casos: un padre, una hermana y siete madres de yihadistas abren en estas páginas las puertas de sus casas y las de sus historias.
Michelle y Françoise son hoy abuelas de varios «bebés del califato» a los que solo han visto en fotografías. Omar visita cada quince días a su hijo en prisión, un yihadista retornado del Jabhat Al Nusra. Samira recuerda palabra por palabra la carta de despedida que le dejó su hija antes de huir a Siria, mientras Nathalie busca despejar todos los interrogantes sobre la radicalización de su único hijo y su muerte en territorio iraquí.
Estas familias llevan una vida que no se parece en nada a la que tenían años atrás: teléfonos pinchados, interminables interrogatorios, la mirada acusadora del prójimo y sobre todo un miedo irrefrenable a encender la televisión después de un atentado y reconocer al culpable.