Una gran novela que nos lleva de las estepas rusas a la aplastante atmósfera de la España de posguerra, que nos habla del valor necesario para hacer frente a la intolerancia y de las pasiones que mueven el mundo incluso en las épocas más dramáticas. Barcelona, 1941. Miguel se alista en la División Azul movido por el deseo de vengar la muerte de su padre, torturado hasta la muerte en una checa durante la Guerra Civil. En el frente ruso, combatiendo junto al ejército alemán, descubrirá las atrocidades de los nazis cuando ya sea demasiado tarde para echarse atrás. Mientras tanto, en Barcelona, su madre, una mujer tan ambiciosa como seductora, se reencuentra con su antiguo amante, un empresario afín al Régimen. Juntos comienzan a trazar un plan que puede echar por tierra todas las ilusiones de Miguel cuando regrese del horror de la batalla.
«Todos nacemos y vivimos a bordo de un tren en marcha que nunca se detiene, ni siquiera cuando pasa lentamente por alguna estación. Permanecemos toda nuestra vida en el asiento, como si lleváramos abrochado un cinturón de seguridad invisible, y miramos a nuestros compañeros de viaje que hacen lo mismo que nosotros. Su presencia constituye nuestra razón de ser y nuestro consuelo, de modo que solo algunos tienen la valentía de bajarse en marcha para saber lo que significa vivir de verdad o simplemente de otra manera. La mañana del 5 de julio de 1941, el tren de Miguel Arquer se disponía a cobrar velocidad, y él no imaginaba que algún día se plantearía la posibilidad de saltar.»