Imagina un Maquiavelo del siglo xxi. Imagina que además es mujer. Y que escribe La princesa. Pues aquí está.
Todo empieza con el principado que heredamos las mujeres: un par de cromosomas XX que marca nuestro camino para siempre y sentencia algunos hitos de nuestra vida.
Encontrar una X en una ecuación asusta, porque inevitablemente plantea un problema.
Pero también exige una solución.